FENG SHUI Y VASTU SHASTRA
Armonía ancestral que transforma tu hogar y tu bienestar

A veces, un espacio puede sentirse frío, desordenado o incómodo, aunque esté impecablemente decorado. Otras veces, sin entender del todo por qué, una casa bien pensada transmite paz y buena energía. Es ahí donde las antiguas doctrinas orientales nos abren una puerta a mirar los objetos y a entender cómo habitar de mejor manera nuestros espacios.
Desde hace siglos, el Feng Shui en China y el Vastu Shastra en India vienen aportando una mirada integral a la arquitectura y la decoración. Ambas corrientes, distintas pero complementarias, se basan en el principio de que todo espacio afecta, en alguna medida, nuestra salud física, mental y emocional. Y no se trata de fórmulas mágicas ni dogmas lejanos, ya que sus propuestas son aplicables y comprobables en la vida cotidiana.
El Feng Shui, literalmente “viento y agua”, es una disciplina que busca armonizar el flujo de energía vital (chi) en los ambientes. Se trata de una filosofía milenaria que ha evolucionado con el tiempo y que hoy se aplica en hogares o lugares de trabajo. No importa tanto el estilo, sino cómo se distribuyen los elementos en función de la energía que circula.
Se sugiere, por ejemplo, despejar el ingreso principal –considerado la “boca del chi”– para permitir la entrada de energía favorable. También se recomienda evitar espejos frente a la cama, incorporar plantas sanas (nunca artificiales ni secas) y elegir iluminación cálida, entre otras. Nada es al azar, pero tampoco es rígido; la clave está en observar y ajustar con intención.
Menos conocido en Occidente, el Vastu Shastra es una antigua doctrina hindú que combina arquitectura, astronomía y espiritualidad. Su base está en los cinco elementos (agua, fuego, aire, tierra y espacio), los puntos cardinales y la conexión del ser humano con el universo.
Según el Vastu, la orientación del hogar y la ubicación de los espacios debe tener sentido, por ejemplo, la cocina debe mirar al sudeste, el dormitorio principal al suroeste, y el norte es la mejor dirección para ubicar zonas de estudio o trabajo. Aunque parezca complejo, se trata de adecuar el uso de los ambientes a sus energías predominantes, favoreciendo el descanso, la concentración o la vitalidad, según el caso.
Ambas disciplinas coinciden en un principio esencial y es que cuando el entorno está en equilibrio, también lo está quien lo habita. Y si bien los cambios pueden ser tan simples como mover un mueble o ventilar a tiempo, los efectos pueden sentirse de manera concreta. Menos fatiga, más claridad mental, mejor ánimo o incluso relaciones más armoniosas.
Actualmente, para muchos el hogar se ha convertido también en oficina y más, por esto, revisar cómo están distribuidos los espacios es una forma de cuidar nuestro bienestar. Con respeto por la tradición, pero con mirada contemporánea, estas herramientas pueden ser muy útiles para vivir mejor.