Claudio Gay
La mirada ilustrada que retrató el Biobío
Por Luis Garretón Munita

Visita al Volcán D’Antuco al momento
de una erupción de gas (1 de marzo 1839)
Contratado por el gobierno chileno en 1830, el naturalista francés Claudio Gay Mouret realizó un trabajo de investigación científica por medio de expediciones territoriales para dar a conocer de esta forma la historia, la geografía y la cultura de la nueva República llamada Chile. Una travesía que también dejó una huella en lo que hoy es la provincia de Biobío.
En la ejecución del proyecto reunió y revisó documentación y archivos coloniales, entrevistó a la comunidad y personajes públicos; viajó a Lima, Europa, y recorrió el territorio nacional. Como resultado, y luego una profusa labor, a partir de 1844 verían la luz las primeras estampas, y en 1854 publicaría la primera edición de la monumental obra denominada “Historia Física y Política de Chile”, una obra de 30 volúmenes.
Esta verdadera gesta del conocimiento haría posible complementar los fundamentos culturales que conformarían la nación, reflejando la trascendencia de las investigaciones científicas con fines políticos y sociales. Por otra parte, el trabajo de Gay no sólo difundiría la comprensión sobre el Chile del siglo XIX y su proyección, sino que también sería referente para destacados científicos como Ignacio Domeyko, Rodulfo Philippi, Amado Pissis, Hans Steff, y toda la academia e historiadores.
Respecto de cómo abordar la misión, el naturalista tuvo especial preocupación por conocer in situ el espacio a estudiar. Por esta razón, en septiembre de 1838 partió desde Santiago al sur para arribar a la alta frontera luego de visitar la costa de Arauco. Según su itinerario, hizo ingreso a la Isla de la Laja por la cordillera de Nahuelbuta de Nacimiento para avanzar hacia el Valle Central hasta Los Ángeles y San Carlos Purén, esto con la idea de hacer dos ascensos a la cordillera de los Andes.
La primera excursión a territorio pehuenche la haría bordeando el río Biobío, encontrándose el año nuevo en Santa Bárbara, para así continuar entre las montañas hasta Trapa-Trapa y Llolco. Después de esta primera salida, descendió a Los Ángeles, y toma nuevo impulso a fines de enero, esta vez con dirección a Antuco. Estando en el boquete se encuentra con la majestuosa laguna del Laja, la sierra Velluda y el volcán. Luego de escalar la cima del macizo, regresaría por la banda norte del río Laja pasando por Tucapel, el Salto de Laja y Yumbel, para dirigirse a Concepción a fines de febrero.
Aparte de la recopilación de material para la elaboración de sus textos estilo “reportajes”, con la emoción del contacto con la naturaleza y las comunidades fronterizas, Gay dibujaría en su libreta de apuntes una serie de esbozos de ilustraciones, los que se convertirían en parte esencial de sus publicaciones y clásicos de la historiografía chilena. Es el caso del “Juego de la chueca”, “Un machitún” y “Araucanos”, “Pinales de Nahuelbuta”, “Vista del volcán Antuco”, “Caza a los guanacos”, “Vista de la laguna de la Laja”, y “Salto del Laja”, las cuales muestran elocuentes escenas del paisaje, la vida natural y sus habitantes.
Resulta conmovedor saber que nuestra provincia fue escenario de esta gesta científica y cultural. Que Los Ángeles —la ciudad que hoy es centro neurálgico de la provincia— fue punto de partida, descanso y retorno de Claudio Gay, y que desde aquí se proyectaron observaciones que serían claves para comprender el territorio nacional en sus primeros años de vida independiente.
A casi dos siglos de su viaje, las rutas del naturalista francés siguen vigentes, ahora como patrimonio de la memoria y como un punto de encuentro entre historia, identidad y geografía. Porque recorrer nuestra historia también es reencontrarnos con quienes supieron mirar con respeto y admiración estas tierras, mucho antes de que existiera siquiera la noción de región o provincia.