Una Revista Con Identidad Local

Arquitectura

¿Qué vamos a dejar en herencia?

Los Ángeles, 286 años de historia

Una reflexión sobre el patrimonio arquitectónico angelino

Gabriela Méndez Aros-Arquitecta
Difusora del patrimonio arquitectónico angelino

@vanos.angelinos

Capilla Hospital San Sebastián, año 1924

Este mes está de aniversario nuestra ciudad, cumple 286 años desde su fundación, pero mayo también es el mes de los patrimonios (desde hace ya 26 años) y por eso quisiera compartir con ustedes una reflexión.

La mayoría de las personas relaciona patrimonio arquitectónico con edificios como las grandes catedrales y palacios europeos, las pirámides y otras maravillas del mundo, pero esta definición incluye también edificaciones que poseen un valor culturalque se debe proteger.

Los Ángeles nunca se caracterizó por edificaciones monumentales, su carácter fue otro. Se fundó en 1739 como una villa al alero de un fuerte o, dicho de otro modo, un asentamiento con civiles que dotaba de servicios al fuerte militar que era punto de avanzada en la entonces frontera con el territorio no conquistado de la Araucanía. Una zona de estrategia militar.

Ignacio Chuecas Saldías, en su libro “Dueños de la Frontera, terratenientes y sociedad colonial en la periferia chilena Isla de la Laja”, señala que en 1746 las casas de mayor importancia en la ciudad eran viviendas de un piso, construidas de palizada embarrada, techo de paja y en algunos casos de adobe. Esto nos habla de cómo se construía con los materiales que se encontraban disponibles en el territorio, lo que se llama arquitectura vernacular. Su obra, es parte de una completísima investigación que documenta, entre otras cosas, que para ese entonces la mayoría de la población vivía hacia los sectores rurales y que la vida en la ciudad se limitaba a un tema principalmente administrativo.

Casa Setti, año 1910, calle Mendoza

Durante todo lo que restó del siglo XVIII y gran parte del siglo XIX, no cambió mucho el panorama, en gran medida porque Los Ángeles no era un lugar muy atractivo para vivir: su ubicación en la Isla de la Laja, lo hacía muy aislado, cruzar los distintos ríos que la rodeaban era toda una proeza, sistemas de balsaderos y boteros que dependían de las condiciones climáticas, tampoco había establecimientos formales donde las grandes familias pudiesen educar a sus hijos , entre otros factores.

Todo cambia cuando a finales de 1800 llega el ferrocarril, con su infraestructura, puentes y grandes obras de ingeniería que permitían sortear las distancias y ríos que hasta ese entonces nos mantenían aislados, permitiendo no sólo el desplazamiento de personas, sino también la llegada de materiales de construcción, tecnologías e insumos. En esta época se construye el Internado del Liceo de Hombres frente a la plaza, que permite educarse sin salir de la provincia.

A la llegada del siglo XX ya contábamos con un asentamiento consolidado, se comenzó a construir edificaciones de dos pisos, la tierra cruda o adobe se reemplazó por tierra cocida, es decir ladrillo, se erigieron casas en el centro de la ciudad, como la de los Ciappa, El Martillo, Casa Bambi, pero si nos fijamos se trata de arquitectura doméstica: vivienda, educación, comercio y se suma a ello la arquitectura eclesiástica, con ejemplos como la capilla del Hospital San Sebastián y la capilla de Santa Filomena. En Los Ángeles no se construyeron palacios, ni centros históricos.

Liceo de Hombres, fines siglo XIX, calle Lautaro

El terremoto de 1939 destruyó gran parte de los edificios más antiguos de la ciudad y como en muchas otras zonas afectadas, el país tomó la determinación de reconstruir basándose en los postulados más modernos sobre arquitectura y urbanismo. Ideas y formas de proyectar la ciudad que habían surgido de grandes maestros europeos, lograron llegar a este recóndito lugar del planeta llamado Los Ángeles. Ideas que perseguían el bien común, mejorar la calidad de vida de los habitantes, se basaban en principios higienistas y, por si fuera poco, proponían nuevas formas de habitar, y quizás uno de los detalles más importantes, es que, si bien se basaron en fundamentos universales, los diseños supieron tomar elementos del lugar donde se emplazaba.

Fue en esa época cuando se construyeron las grandes avenidas verdes: Ricardo Vicuña y Vicuña Mackenna, la ciudad se llenó de arquitectura pública como el edificio del Cuerpo de Bomberos, los establecimientos educacionales públicos, conjuntos de viviendas de empleados públicos, viviendas colectivas y una larga lista.

El terremoto del 2010 marcó otro hito, ya que se viene abajo gran parte de los valores estéticos de esta ciudad del siglo XX, dando paso a los sitios eriazos, estacionamientos y el surgimiento explosivo de edificios en altura, en zonas como Pueblo Nuevo, que se caracterizaba por seguir cánones de planificación urbana que hacían alusión a una ciudad jardín, viviendas con un componente estético potente y homogeneidad.

Actualmente, nuestras calles no forman parte de una planificación urbana adecuada y a lo largo de ellas se ubica una sucesión de edificios que bien podrían estar en Puerto Montt, Mendoza o cualquier otra ciudad del mundo. Son edificios estandarizados que carecen de un sentido de pertenencia.

Ex Teatro Municipal de Los Ángeles, 1935, calle Caupolicán

Con esto retomo lo del inicio: en Los Ángeles, nuestro valor arquitectónico no reside en lo monumental, sino en las edificaciones que nos muestran la ciudad de antaño, la de la arquitectura doméstica, las relaciones sociales que en ella se daban, la casa quinta con patios grandes y árboles frutales, la que nos recuerda a los barrios donde había bancas en la calle, los vecinos salían a conversar “tomando el fresco” y los niños se encontraban en la calle para jugar.

Nuestra ciudad pasa por una crisis del patrimonio, y nos damos cuenta de ello cuando algo ha desaparecido y lo poco que queda está por desaparecer. Un fenómeno que ocurre en Chile hace unas décadas, en que el comercio y la especulación inmobiliaria se han impuesto sobre la armonía de antaño. Es indiscutible que las ciudades se transforman y adaptan a los tiempos, pero ¿nos gusta en lo que se está transformando?

Vivienda calle Las Quintas, siglo XX

Se cree que el patrimonio tiene que ver con el pasado, pero en realidad es una práctica del presente y sobre todo del futuro, porque representa los valores que decidimos legar a las generaciones futuras. Es tiempo ya de cuestionarnos ¿qué patrimonio vamos a dejar en herencia?.