Mujeres terratenientes en la antigua Isla de la Laja
Por Luis Enrique Garretón M.
Investigador Histórico

La conquista española en América fue ejecutada por hombres, quienes llegaron al Nuevo Mundo en busca de un ideal de vida que difícilmente hubiesen podido alcanzar en sus tierras de origen; la mayoría lo hizo para obtener riqueza, otros honor, y lo que fuese necesario para dignificar y justificar su cometido al servicio del Rey. Si bien algunas mujeres los acompañaron, la historia ha destacado sobre todo la presencia masculina, principalmente en el ámbito militar.
Durante el mismo período, en la frontera sur del imperio demarcada por el Biobío, la Isla de la Laja se militarizó por medio de expediciones y la construcción de fuertes. Más tarde, y continuando con el establecimiento de fortificaciones, la Corona comenzaría a invertir en la colonización mediante mercedes de tierras, otorgadas como forma de pago a miembros del Ejército y de la administración, por servicios prestados al monarca. En consecuencia, previo a la fundación de Los Ángeles, la Isla de la Laja se fue poblando de familias terratenientes relacionadas a militares; en el proceso, la presencia de mujeres comenzaría a tomar protagonismo.
Sobre el predominio patriarcal en la colonia chilena se ha escrito bastante, sobre todo en lo que respecta a la restringida condición social femenina enfocada principalmente en el rol doméstico, y su escaso acceso a la educación dependiendo de su origen, sin embargo, en la frontera hispano indígena del Biobío, se daría un fenómeno diferente. A causa de la entrega de mercedes, con el pasar de las décadas, un número importante de mujeres fronterizas, hijas y nietas de aquellos colonos mercedados, también se convirtieron en terratenientes, sucesoras de un patrimonio que luego se iría fragmentando con el incremento de su descendencia. Ejemplos como el de Clara Illescas Cid, nieta del capitán Juan Cid, propietaria del terreno donde se fundó Los Ángeles, o Andrea González-Sugasti, hija de administrativo, heredera de lo que sería la futura hacienda las Canteras, entre otras que destacaron por el tamaño de su propiedad, de varias miles de hectáreas.
La presencia de la mujer en la administración de las tierras fue más común de lo que imaginamos, es más, sobre este asunto, un estudio muy acabado del historiador Ignacio Chuecas, busca mostrar cómo la frontera, al igual que el resto de la sociedad colonial, no representa simplemente “una cosa de hombres”. Por otro lado, según registros censales, por diversos motivos la población fronteriza femenina de fines del siglo XVIII, de ser poco menos de la mitad de la masculina, creció de tal manera, que pasó a ser casi el doble en las primeras décadas del XIX.
Como resultado, se presenta un fenómeno escasamente estudiado y complejo, relacionado con la participación de mujeres en la propiedad rural de la frontera colonial, en ausencia de referentes masculinos, en muchos casos fueron traspasando su heredad a su descendencia femenina, sobre todo a las solteras que pudieran evitar la dote, desempeñando así un papel social importantísimo en la configuración de la posesión del territorio para el desarrollo del latifundio, para los difíciles tiempos que se vendrían para la Isla de la Laja en la era republicana.
Así, lejos de ser meras espectadoras, estas mujeres jugaron un papel clave en la conformación del territorio y el sistema de propiedad rural en la frontera colonial del Biobío. Su protagonismo, aunque invisibilizado por la historiografía tradicional, demuestra que la frontera no sólo fue un espacio de predominación masculina, sino también un escenario donde las mujeres dejaron una huella indeleble en la historia del sur de Chile.