Una Revista Con Identidad Local

Recorriendo Nuestra Historia

Septiembre de 1820

UN TENEBROSO CAPÍTULO EN LOS ÁNGELES

Por Luis Enrique Garretón M.
Investigador Histórico

Si bien es cierto, el inicio del proceso independentista nacional comenzó el 18 de septiembre de 1810, con la primera Junta Nacional de Gobierno, este comúnmente se considera finalizado con la declaración de Independencia firmada por Bernardo O’Higgins, en el cerro Puntilla de los Perales en Talcahuano, el 1 de enero de 1818. Estos hitos, aunque determinantes, tendrían mayor repercusión en la zona centro del país, debido a que en el sur, la contienda y sus últimas campañas se extenderían por varios años más, hasta el brutal y desolador período conocido como la Guerra a Muerte, entre 1819 y 1824, patriotas y realistas enfrentados de manera sangrienta, apoyados unos y otros por grupos mapuche, asociados en su mayoría a los intereses españoles, liderados por el caudillo Vicente Benavides.

En este contexto, en septiembre de 1820, el comandante Benavides y sus montoneras asediaban al norte de la Isla de la Laja, cerca de Yumbel y Rere; en efecto, ese mes, las fuerzas realistas derrotaron a los patriotas en Pangal y Yumbel tomándose esa zona, e imponiendo presión para la futura embestida sobre Los Ángeles, plaza estratégica de la frontera en manos independentistas bajo el mando del general Andrés del Alcázar y Zapata. Por esa contingencia, el militar tucapelino se encontraba a la espera de órdenes, y Los Ángeles se aproximaba a uno de los capítulos más oscuros y tenebrosos de su historia.

Por lo compleja de la situación, y Los Ángeles al estar carente de una fuerza que pudiera derrotar a Benavides, el general Cruz desde Concepción le daría la instrucción al veterano soldado, de abandonar el pueblo junto con toda su población. La salvación era salir de Los Ángeles, pero no por el norte hacia el río Laja, debido a que en sus proximidades se encontraban las tropas realistas. Pues bien, el mensajero con la orden fue interceptado, y la carta que llegó a manos de Alcázar no fue la original, sino una con la firma falsificada del mismísimo general Ramón Freire, que contenía justamente instrucciones para dirigirse hacia el vado de Tarpellanca del río Laja, a un costado del actual puente Perales. Fatal engaño.

El historiador Benjamín Vicuña Mackenna dice al respecto: “En vista de una orden tan perentoria, Alcázar que solo sabía obedecer, resolvió abandonar inmediatamente la fortaleza…Salió Alcázar a la cabeza de su columna en la tarde del 25 de setiembre. Presentaba aquella marcha, que recuerda las inmigraciones dolorosas de la Biblia, un espectáculo imposible de describir.”

La medida fue dramática, casi con lo puesto, más de 300 familias aterradas obligadas a abandonar sus hogares, entre carretas y algunos animales, hombres caminando pálidos, mujeres pidiendo socorro, enfermos, con pies desangrados, y niños llorando por comida, formaban la caravana que se arrastraba entre bosques y arenales por la ruta bordeando el cerro Curamávida hacia el río Rarinco y el Huaqui. En tanto, Los Ángeles quedando atrás a merced del saqueo, comenzaba a humear por el incendio provocado por el cacique Mañil, que carbonizó prácticamente todas las casas, un espectáculo inimaginable a los ojos de la actualidad.

De esta manera, Los Ángeles se transformaría en un pueblo fantasma, y la marcha de un día y una noche de Alcázar y compañía, sería el escalofriante antecedente del combate de Tarpellanca en un islote del río, lugar de la trampa, donde los pocos soldados patriotas lucharon durante toda una tarde, terminando con la capitulación del general Alcázar a cambio de la salvación de su pueblo, y la toma de prisioneros a los militares sobrevivientes. Sin embargo, los realistas no respetaron el acuerdo, y sin importar condiciones, a la mañana siguiente mataron a todos los oficiales y a todas las familias, mientras que Alcázar y su oficial Gaspar Ruíz fueron conducidos hacia el fundo San Cristóbal  cercano a Rere, donde una horda enfurecida de mapuche aliados de la Corona, a galope de caballos, y de la manera más horrorosa que pudieron, los descuartizaron a lanzazos.