PLATERÍA MAPUCHE
Tradición y Encuentro
Por Luis Enrique Garretón M.
Investigador Histórico

Existen vestigios arqueológicos que evidencian el manejo de metales por parte del pueblo mapuche, encontrados en El Vergel, entre Angol y el sur del río Toltén, donde se hallaron aros de cobre en forma de placas rectangulares, argollas de oro y plata, y algunas esculturas. Es probable que esos artefactos hayan sido consecuencia del encuentro con incas, quienes llegarían a posicionarse en esas tierras, siendo repelidos por los mapuche, haciéndolos retroceder hasta el Maule, pocos siglos antes de la llegada de los europeos.
Es necesario mencionar, que a la llegada de los españoles el pueblo mapuche presentaba un estado cultural propio del neolítico tardío, que los hizo adoptar rápidamente algunas costumbres extranjeras, entre ellas el uso del caballo; y por otra parte, reemplazar adornos de plumas, cueros, maderas, piedrecillas y conchas, por el brillo del metal. Con el tiempo, aprenderían de los herreros españoles a trabajarlo, confeccionando hachas, espadas, puntas de lanzas, martillos, clavos, entre otros utensilios.

La plata apareció como materia prima para la confección de adornos en el siglo XVII, en primera instancia para la fabricación de aperos ecuestres. A medida que los comerciantes hispanocriollos traspasaban la frontera del Biobío, hacia el interior de la Araucanía y el ultra Biobío, fueron advirtiendo el interés indígena por los adornos de plata para sus caballos, demanda que con los años hizo que los plateros u orfebres establecieran sus talleres en la frontera para satisfacer los pedidos. Testimonios son las espuelas, estribos, riendas de plata, cinturones, y otros artículos de uso doméstico como mates, bombillas, cuchillos, fuentes, y pequeñas coronas religiosas. En este período también se comenzaría a elaborar el ajuar femenino, compuesto por tres prendas principales: prendedores (tupu), zarcillos (upul), y sortijas (iwelkuc), además algunos aderezos de chaquiras y pequeños apéndices de plata.
En la década de 1840 comienzan a aparecer piezas de mayor complejidad, y el atuendo femenino se empieza a enriquecer. Según investigaciones, en esos años se iniciaría una segunda etapa en la fabricación de joyas, nuevos materiales y formas, donde surgen los tubos, casquetes, cueros, lanas, prendas pectorales, perlas redondeadas, cadenas, esferas, monedas, entre otras.

Cabe señalar, que la platería era fabricada por hispanocriollos y chilenos, en su mayoría los artefactos ecuestres, pero la confección de las joyas femeninas era de exclusividad del rutrafe, que había aprendido técnicas del artesano blanco, quien estaba vetado de hacerlo para la mujer, sin embargo, si éste último tenía la confianza y aprecio del lonco, y además vivía de manera permanente dentro de la comunidad, podía fabricar piezas femeninas.
Sin duda, en la sociedad mapuche de mediados del siglo XIX, la platería alcanzó a constituir una forma de acumulación de riqueza, una muestra de poder y prestigio, pero en esencia fue una expresión de mucha significación ritualista, vinculada a la naturaleza y la espiritualidad, donde las mujeres lucían sus joyas y los hombres adornaban sus caballos, manos y cabeza. Pero la época de esplendor no duraría mucho, luego de la ocupación de sus territorios, a fines del siglo XIX se desmantelaría su estructura social, empobreciendo las comunidades, obligándolos muchas veces a comercializar sus joyas por necesidad de subsistencia, en definitiva, disminuyó la fabricación, y la joyería comenzaría a pasar poco a poco a ser conservada en nuevas manos.